sábado, 11 de marzo de 2017

Fecha de vencimiento: hoy.

De un tiempo a esta parte mi cuerpo ha estado rechazando el consumo – entre otras substancias (sí, con “bs”) – de la carne. No es proselitismo  vegano, sino el simple ejercicio de la libertad y voluntad. Por esto, me aventuré al hummus, germinados y comida leve.

Durante tres días germiné arvejas. Algunas hicieron notar su pequeña raíz, con toda la potencial promesa de vida, otras simplemente fueron inmunes al agua, luz y vida.

Con mis arvejas germinadas hice, con recetas de internet y de mi imaginación culinaria, un hummus de arveja. Hice bastante, por este instinto incomprensible de estar siempre abastecida, obedeciendo inconscientemente a mi conservador eneatipo de avaricia. Al ver la cantidad, pensé inmediatamente en compartirlo con mis amigos, pero la rutina del día a día y la postergación hicieron olvidar mi intención.

Hoy sábado, después de cinco días de la creación culinaria, mi hummus no puede ser consumido. Está amargo, oxidado: sin ninguna posibilidad de ser condimentado o reutilizado.

Observo con pena y asombro el hummus inservible, y comprendo que lo natural, lo real, lo verdadero: todo lo que existe sin preservantes ni colorantes, debe ser en consumido, aprovechado en el momento exacto: el presente, con su pequeño radio de existencia. Recuerdo el pasaje bíblico del libro de Exodo, donde Dios pide al pueblo que recojan solo la porción diaria del maná que haría llover del cielo; ¡solo  la porción diaria!. Lo que se preservaba para el otro día, se agusanaba. La porción que necesitaban era suficiente para el “aquí y ahora”, pues era lo único que tenían. Aquí y ahora, no había más.


Respiro profundo y, al son de Pescado Rabioso, comprendo que las cosas naturales, las que carecen de artificios deben ser vividas y experimentadas solo en el presente. La vida tiene una corta fecha de validez, por eso es de suma importancia aprovecharla mientras está en su esplendor, con su máxima expresión de zoe y bios. No nos guardemos, en recipientes de artificios, nuestras emociones, sentimientos, deseos. Por muy bien guardados que estén, si son reales, naturales y verdaderos, deben ser experimentados en el presente, en su tiempo mismo de creación y existencia vital. Vale para el amor, la alegría, la paz, el hummus de arveja y la vida misma. Que nos valga aquí y ahora. Sempiternamente. Ahora.

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