Iba a orar, pero no pude: es que cuando un grito desesperado
te sale desde el alma, como escuchando su ahogo, eso se torna en “verdad”, y “
verdad” es tan puramente existente, no se puede soportar y caemos en lágrimas.
La verdad es tan pura, tan cristalina, tan hermosamente
insoportable. Se busca, se ama,; pero hiere.
El grito de la verdad es una grave voz femenina, que con
palabras condensadas pronuncia hilos ondulantes de vientos invisibles, que te
azotan el sentir; mientras veo que la
leña de mi sureña estufa se consume para entibiar el entorno.
No podía hacer otra sino decorar con flores mi alma y mi
sentir, después de haber sido azotado. Darle un play al Ok Computer, sentarme
en la escalera y observar.
Ahora que estoy relajada, puedo pensar con el cielo azul. Otrora
estaba gris, sepia, ceniciento; obscuro (sí, con “bs”).
Pero antes lloré.
Lloré en los brazos de una alumna. Luego lloré en casa. En el
primer caso fue tal como la receta de Cortázar. La segunda fue privada y
sentida. Como una niña con la angustia de adulta.
Solo entonces pude respirar.
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